La enfermedad del terrorismo
Diálogando conmigo mismo.
8/10/2001

 

Vaya una nueva enfermedad: el terrorismo.

No es nueva. Siempre ha habido gente que ha provocado terror, espanto, miedo a otros seres vivos, ya sean humanos, animales o vegetales.

Pero nunca se había visto esta enfermedad como hasta ahora.

Antes incluso se llegaba a quemar viva una persona si no iba a la iglesia. O la gente aplaudía cuando veían rodar una cabeza bajo una guillotina. Todo esto ocurría no hace mucho tiempo en países “civilizados” como el nuestro. Y encima cometían esos actos inhumanos en “nombre de la Justicia de Dios” o en nombre de la “Libertad” ¿Usted cree que hemos aprendido algo?

Creo que sí, ahora están los derechos humanos.

Entonces, explíqueme por ejemplo ¿porqué hay sillas eléctricas? O aún peor, ¿cómo es posible que  dejemos que en un día mueran miles de personas de hambre? ¿Porqué no les ayudamos a ser humanos?

Difícil de contestar...

¿Si esas personas moribundas fueran sus vecinos, se quedaría cruzada de brazos?

No creo que pudiera. Compartiría lo que tengo.

¿Lo ve? Los tiene más cerca, siente su sufrimiento, por eso les ayuda. ¿Sabe porque no ayudamos pues a los miles de hambrientos?

Por que no sentimos su sufrimiento de cerca.

Así es. Y no son los kilómetros lo que nos separa de su sufrimiento. Es nuestro egoísmo. Porque si a miles de kilómetros supiera que alguien que usted aprecia está pasando hambre, usted se dispondría a ayudarlo. Y al revés también es cierto: alguien puede estar cerca de usted pasando un apuro y su corazón puede encontrarse a kilómetros de aquella persona.

Hábleme del egoísmo.

El ego es la parte de la mente de cada uno que dice “yo” y “mío”. El ego crece cuando nuestro “yo” se siente “grande y poderoso”, cuando nuestro “yo” se siente “superior” a otro “yo”, o cuando lo “mío” es más que lo “tuyo”. Las fronteras, por ejemplo, son un medio ideado por el ego humano para sentirse “más grande”. Cuando trazamos fronteras en la Tierra podemos decir “yo” soy americano, o “yo” soy chino, o “yo” soy ruso. En el fondo estamos diciendo “ser americano” es mejor que “ser chino”, pues América es “mi” país. Y aquí es cuando empieza el conflicto y la guerra.

¿Es el “yo” una enfermedad?

Lo es para usted si vive creyendo que usted es solamente su “ego”. El “yo” no es su última y más profunda identidad. Digamos que usted realmente es un iceberg, y que el “yo” (al cual damos tanta importancia) es la punta del iceberg. Lo que hay por debajo del agua, somos inconscientes.

¿Por eso dicen los científicos que el inconsciente es 9 veces más grande que el consciente?

Así es: somos ignorantes de nuestra verdadera identidad. Vivimos creyendo ser sólo ese “yo” y entonces vivimos enajenados de gran parte de nosotros mismos. Esa enajenación inconsciente es lo que provoca “miedo” en nuestras vidas.

¿Miedo a qué?

Por ejemplo, miedo a morir. Miedo a que desaparezca ese “yo”. Ese miedo es la enfermedad inseparable de cada “ego”. Y si vivimos ignorando lo que hay más allá del ego, vivimos enfermos. (¿O sería mejor decir que morimos sin saber lo que es realmente vivir?)

¿Cómo se manifiesta esa enfermedad?

De muchas formas. Le comentaré una para que me siga: el complejo de inferioridad. Todo “yo” tiene por definición un “complejo de inferioridad”. Cada uno de nosotros tememos no ser quien “creemos que somos”. En el fondo de nuestra mente (inconsciente) sabemos que ese “yo” es sólo una pequeña parte de nuestra realidad. Pero como vivimos de espalda a esa realidad más profunda, nos vivimos a nosotros mismos sólo en un nivel muy superficial, un nivel muy pasajero, muy cambiante.

¿Por eso da miedo cambiar?

Claro. Es como si con cada cambio muriéramos un poco. En verdad lo único que muere o cambia es nuestro “ego”, pero en el fondo del fondo de nosotros, no hemos cambiado en nada, somos siempre y hemos sido siempre Lo Mismo, el Uno sin dos.

Bueno, me parece que ha ido demasiado al fondo...volvamos a lo qué íbamos...

Cuando vivimos sólo en la superficie de nuestra identidad total, vivimos con miedo, pues desconocemos qué o quien somos realmente. Ese miedo se traduce en mil y una enfermedades, como el “complejo de inferioridad”. Puesto que nos vivimos en una minúscula parte de lo que somos, nos vivimos como “seres minúsculos” y encima “efímeros”, es decir, presos en el espacio-tiempo.

¿Tiene que ver el espacio y el tiempo con el “ego”?

Como la miel y el sabor dulce. Sin ego no hay espacio ni tiempo. El tiempo y el espacio son las coordenadas donde existe el “yo”. Pero sigamos hablando de la enfermedad del yo manifestada como “el complejo de inferioridad”.

¿Cómo es ese complejo?

No es nada complejo! Mire, es muy sencillo: nos sentimos inseguros y pequeños ante miles de otros “yos”. Esa inseguridad la tratamos de resolver, no es cierto?

¿Cómo?

Lo que vulgarmente se llama “llegar a ser alguien”. Puede lograrse de dos formas: de una forma sana, o de una forma enfermiza.
La primera es la auténtica y que requiere más coraje, pues implica, en primer lugar, el reconocimiento y la aceptación del sentido de inferioridad. Esa aceptación hace madurar al ego, el cual deja de sentirse inseguro.
La forma enfermiza es la más habitual y la que lleva al fracaso: el ego busca “ser alguien” por medio de “acumular poder, riqueza, conocimientos o fama” o bien por medio de hacer que los demás “sean nadie” o “menos que yo”.

¿Porqué es un fracaso “acumular riqueza”?

Es un fracaso en el sentido que la acumulación de riqueza no le quita el temor al ego. El ego tiene el mismo miedo a “morir” que antes, y además a “perder” lo que ha acumulado. En otra palabras, tenemos los bolsillos llenos pero nos seguimos sintiendo “vacíos”.

¿Vacíos de qué?

No de dinero. De nosotros mismos. El 90% del iceberg sigue estando oculto bajo el agua...

Bueno, empezamos hablando del terrorismo y hemos acabado en Alaska...

No se preocupe. Todos los caminos llevan al mismo lugar.

¡Pues lléveme, por favor! Que me he perdido hace tiempo...

El ego humano es la raíz de que exista dualidad en la vida, que existan separaciones, que existan “diferentes yos”, y por lo tanto, conflicto. El terrorismo es una de las manifestaciones de esa enfermedad del “yo”. El terrorismo es un grito de “auxilio, socorro” de un “yo” muy enfermo, un “yo” muy enajenado. El terrorismo es un “yo” que busca desesperadamente conocer su verdadera identidad.

Ahora me ha sorprendido.

Me alegro que sea así, pues ya hemos acabado por hoy.

Sergi.
Planeta Terra.