El terrorismo de la enfermedad
Diálogo conmigo mismo.
9/10/2001

 

Empezando por el estrés y el insomnio, pasando por los fallos del corazón y cánceres de todo tipo... no sé que es peor, si el terrorismo o las enfermedades que hay...

Ni peor ni mejor. Terrorismo y enfermedad son dos caras de una misma moneda. La moneda de la inconsciencia.

Yo todavía puedo distinguir entre un terrorista y un enfermo...

El hombre está enfermo. Y el terror es su enfermedad. Vive lleno de miedos, lleno de angustias y preocupaciones. Eso le hace enfermar. Lo que normalmente llamamos “terrorista” es alguien que manifiesta su enfermedad externamente, pues su enfermedad está en una fase avanzada.

¿Pero no dirá usted que yo soy una terrorista?

¿Siente odio hacia los terroristas?

Claro.

¿Es ese odio que usted siente diferente al odio que siente el terrorista?

Supongo que no, pero ellos han causado mi odio primero.

No le pregunto quien ha causado qué. Simplemente trataba de averiguar si tiene usted el potencial para ser terrorista.

¡Pero mi odio tiene una justificación, y el suyo no!

Tranquilícese por favor, que esto es un diálogo. Como mucho podría ser una “lucha de ideas”, pero en ningún caso es esto una lucha entre usted y yo.

Perdone, es que me estaba sintiendo insultada.

¿Tiene algún motivo para sentirse insultada?

No, por supuesto que no.

Entonces por favor, no se sienta insultada.

De acuerdo. ¿Dónde estábamos?

No importa. Lo que es interesante es ver la facilidad que tenemos para sentirnos ofendidos o sentirnos atacados.

¿Ya empezamos?

No estoy empezando nada, por favor cálmese. Estoy expresando lo que sucede con tanta facilidad en la comunicación entre las personas.

¿Qué sucede?

¿No se ha dado cuenta? He dicho algo que a usted no le ha gustado, y se ha puesto colérica. Y lo más extraño es que me dice que no tiene ningún motivo para ponerse así. Ahí está la raíz del conflicto: en que a la mínima vemos amenazada la imagen que tenemos de nosotros mismos (nuestro “yo”) y encima lo negamos.

Ya. Y qué quiere que le diga...

Venga yaaa...no se lo tome tan en serio. Simplemente estamos conversando, mis ideas son solo ideas. Yo soy como usted, vulnerable, un ser humano que está aprendiendo y que se equivoca también.

De acuerdo, sigamos con la charla. ¿Porqué nos enfadamos con tanta facilidad?

¡Ya se lo he dicho, puñetas! (en tono enfadado)

???

Jajaja!!! Estaba bromeando.

¿Y porqué ha hecho esto?

Porque eso es lo que nos falta aprender: aprender a reírnos de nuestros enfados. Cuando te ríes, ves que el enfado era igual que una “rabieta” de niño pequeño. Nos enfadamos porque nos tomamos demasiado en serio. Nuestro “yo” es un “yo” muy serio, sabe? Y cuando creemos que alguien o algo está dudando de nuestro “yo”, entonces nos enfadamos. Si nuestro “yo” fuera un poco más payaso, no nos enfadaríamos en absoluto!

¿Así de sencillo?

Así de sencillo. El odio tiene un sencillo origen: el miedo a perder la seguridad de nuestro “yo”. Si me haces dudar de “mis” ideas, haces dudar a mi “yo”. Si me contradices, contradices a mi “yo”. Si no me das lo que yo espero, estás haciendo que “yo” me desilusione. Y etcétera, etcétera. Y así, con el miedo a perder la “referencia que yo tengo de mi mismo”, me pongo a la defensiva y me pongo colérico. ¿Entiende el proceso?

Sí, me ha gustado lo de ser más payaso.

Claro, si en verdad somos unos payasos...pero reprimidos, jajaja! Estamos tensos, mostrando una seriedad al mundo, como si dijéramos al mundo “mirad que importante que soy”.

¿Qué tiene que ver “ser importante” con la seriedad?

Hemos asociado que una persona “muy ocupada” es una persona “importante”. Y se supone que quien está muy ocupado tiene “muchos problemas que resolver”. Esa es la definición general de “responsabilidad”: tener muchos problemas que atender. Y está claro que cuando tienes tantos problemas importantes a tu cargo, tienes que ponerte la careta de enfadado, sino ¿quién te va a creer?

¿La seriedad es una enfermedad?

Mire un niño sano y respóndame usted. ¿Acaso no ha sido usted también como esa niña que reía y jugaba y al cabo de un rato lloraba, y luego volvía a reír? ¿Dónde se fue esa espontaneidad? La perdimos. Entonces empieza la seriedad, las úlceras de estómago, el estreñimiento, la falta de apetito, el insomnio, etcétera. Se pierde la inocencia y se pierde la salud.

Pero la seriedad no es terrorismo...

Todo está interrelacionado. Si en la vida fuéramos un poco más payasos, se acabarían las guerras. Si supiéramos vernos con un poco más de distancia, se nos caerían esas máscaras de “don enfadados” y la comunicación entre las personas sería más cordial. Ríase todo lo que le deje su seriedad, y cuando no le deje, ríase también.

Sergi.
Planeta Terra.